Han pasado casi dos meses desde la última vez que escribí y la única novedad es que no hay novedad. La vida sigue tratandome igual, aunque no me quejo. Siempre podría ser peor. Tengo nuevos proyectos personales, formativos y laborales entre manos. Pero, como siempre, anda todo un poco en el aire y hasta que no se asiente prefiero no comunicarlo.
En un sentido más crítico, agosto apesta comunicativamente. Los periódicos adelgazan para el verano y los programadores de televisión consiguen el sueño de su infancia: torturar a la audiencia cual inquisidor. «Las gemelas de Sweet Valley», «Cosas de casa», «Melrose Place», «Al Salir de Clase», «El príncipe de Bel-Air»...son sólo algunas de sus «hazañas». Seguro que mientras toman el café se parten de risa:
-Jajajaja, ¿A qué no sabes qué se me ha ocurrido?
-Cuenta, cuenta.
-Reponer Cosas de casa.
-Jajaja, qué mala hostia tienes.
Desde luego que mala hostia tienen un rato. Pero no sólo eso, sino que en el resto del tiempo se dedican a programar pura bazofia televisiva. Lo bueno es que estoy leyendo más que nunca.
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