Qué duro es cumplir 25

Venga, tía, no seas plasta. Vamos, Helena, siéntate en esa puta butaca del Ikea y escribe algo. Algo. Une letras, hila palabras. Hazle la reanimación a tu pobre blog (qué pena que no me lo pueda llevar de verbena como a mi pobre corazón). No tengo tiempo, no tengo tiempo. Tan sólo me quedan 40 minutos para cumplir los 25, el cuarto de siglo. Qué dureza. Y ahora sí que soy del todo una persona adulta, ya no lo puedo negar, no me puedo negar a mí misma. He pasado del hermetismo casi total a la apertura libre y sin barreras de mi propio yo en mi espacio digital, pero a veces la eclosión es inevitable, imparable, ineludible. Es necesario escribir hoy y ahora unas líneas, aunque no dispongas de tiempo material para hacer todo lo que te gustaría.

Habla de lo que sea. Quizá quieras decir que los modernos nunca mueren. Ouyea por esos vinilos eternos y giratorios que rompen el aire con canciones de hace veinte años (y de hace menos también). Ouyea los discos que les mangué a mis padres de Supertramp, Elvis y Pink Floyd para poder probar mi propio tocadiscos. Ya empiezo a ser yo. Papá, yo también soy moderna.

Quizá quieras contar que mientras escribes escuchas a ZP y a Rajoy (o lo intentas, porque la emisión por Internet es penosa) decir sus tonterías encadenadas y enfrentadas, mientras que a tí te gustaría estar en una playa desierta con un daikiri, buena compañía y un buen libro. No es que no me interese la política, es que no me interesa lo que ellos nos quieren hacer ver de política. Ya somos mayorcitos.

Trece minutos.