sábado, abril 25, 2009
El fenómeno Stieg Larsson
Igual que sus novelas negras tienen todos los ingredientes necesarios para ser grandes libros, el caso de Stieg Larsson tiene todos los elementos para ser un gran fenómeno literario. Leer el primer libro es caer en la historia. No dejas ni una línea para más tarde y te chafas la novela en menos que canta un gallo. Lectura ágil, ritmo bueno, sorpresas, giros de los personajes, un Michael Blomkvist que todos los periodistas querríamos ser en nuestra fantasía, una Lisbeth Salender que nos asombra, unas descripciones que te ayudan a visualizar en la cabeza una película...Una gran obra, y no sólo dicho por mí (la segunda es repetir el subidón que te da leer un libro que te encanta). Es todo un fenómeno de ventas desde el primer momento .
La historia personal del escritor también es buen material para atraer la curiosidad: falleció en 2004 a consecuencia de un ataque al corazón (igual que fallece uno de los personajes de la tercera novela , casualidades irónicas de la vida), días después de entregar el tercer volumen, que esperamos en las librerías para el 23 de junio (día que los adictos esperamos con ansia).
Debido a sus múltiples trabajos de investigación periodística sobre la extrema derecha, Larsson estaba amenazado de muerte, por lo que nunca llegó a casarse con su pareja, ni a registrarse, con el fin de que su nombre no apareciese en ningún documento que permitiese su rastreo. Esto ha provocado que en la herencia su pareja, Eva Gabrielsson, haya perdido todo derecho a embolsarse los beneficios que se han derivado de la obra (más de siete millones de euros), que han ido a parar al padre y al hermano de Larsson. Beneficios a los que habrá que sumar las ganancias que reporten la película (y si siguen las dos siguientes) de la primer novela.
Todavía falta tiempo para baremar exactamente hasta qué punto llegará este fenómeno literario, pero todo apunta que hemos encontrado un filón de entretenimiento muy bueno, que las editoriales y productoras de cine no van a dejar escapar. ¡Vivan las buenas historias!
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