jueves, septiembre 17, 2009

Pablo Soto no está solo


Pablo Soto ofreció ayer una conferencia en el espacio Camon en la que apuntó hacia el futuro con la unión entre las redes P2P y la web social o web 2.0, esa que tiene como protagonista al usuario. Resulta un paso integrador y bastante eficiente para el uso que damos ahora mismo a Internet: cada vez más ocio y entretenimiento. Y qué mejor manera de descargarte cosas que sabiendo que hay otras personas que lo han visto y lo han recomendado. Desde luego, parece una decisión bastante inteligente.

Tuvo que hablar también de su juicio multimillonario. No estaba escrito en ningún sitio, pero la obligación sobrevolaba por encima de la sala. El hecho de que a un desarrollador puedan multarle con 13 millones de euros es una posibilidad realmente escalofriante. Pienso que si hay un juez capaz de dar ese sí a las discográficas es que realmente la justicia está muy mal en nuestro país. Sería, como dijo él y una frase que se ha venido repitiendo a este respecto, como acusar al que fabrica cuchillos por las muertes que provocan los asesinos que los utilizan como arma. La palabra locura se queda corta, sobre todo teniendo en cuenta que es bastante difícil de creer que jueces, policías y abogados (incluso los que acusaban a Soto).

Esta persona no sólo ha tenido que pasar por un desagradable proceso judicial en el que, según él mismo afirmó, incluso le han llegado a poner un detective; sino que se enfrenta a esa posibilidad de la que antes hablábamos.

Cuando ves en persona a Pablo el chip te vuelve a hacer “clic”. Es una persona normal, un desarrollador que creó varios programas de intercambio de archivos. Me pongo en su lugar y se me ponen los pelos de punta. Pero ¿cómo va a ser ilegal crear un programa de P2P cuando el intercambio de archivos no lo es y hay sentencias al respecto? Lo único que se me ocurrió hacer fue decirle que estábamos con él y agradecerle su trabajo como desarrollador. Evidentemente, a efectos prácticos, si pierde, él será quien se enfrente al pago que reclaman las grandes corporaciones. Pero no creo que nos quedemos en casa. Quiero pensar que si fallan a favor de esas máquinas gigantes de hacer dinero, habrá una revolución para decirles que el mundo ha cambiado y que se adapten de una vez. Que queremos seguir accediendo libremente a la cultura. Y que si no se pueden comprar un Mercedes, que se aguanten.